Las bebidas energéticas son refrescos no alcohólicos o hipertónicos que, supuestamente, combaten la fatiga y el agotamiento, aumentan las capacidades mentales y promueven un aumento de la resistencia física y el rendimiento.
La justificación de estas acciones se basan en:
El contenido de azúcar: supuestamente, es el nutriente que nos proporciona energía.
El contenido en sustancias estimulantes, estos combatirían la fatiga, aumentarían el rendimiento y mejorarían la concentración o el estado mental.
Las sustancias energizantes suelen ser la cafeína y la taurina aunque también se pueden sustituir por otros estimulantes vegetales como el guaraná o el ginseng.
Pero todos estos ingredientes son psicoactivos, ya que ejercen un efecto en el sistema nervioso central mediante la inhibición de los neurotransmisores encargados de las sensaciones de sueño y cansancio. También potencian el efecto de los neurotransmisores que proporcionan bienestar y concentración.
Las bebidas energéticas no proporcionan azúcar que el cuerpo necesite, sino un azúcar que irá directamente a nuestros depósitos de grasa, disparará nuestra insulina y causará otros efectos no deseables. Por ello, los deportistas no utilizan estas bebidas mientras practican una actividad deportiva; además, el tener una cantidad elevada de gas les puede producir problemas gástricos durante el deporte.
Existen alternativas a estas bebidas llamadas ayudas ergogénicas, que son todo aquel alimento, producto, nutriente o compuesto que mejora la capacidad de trabajo. Es decir, un suplemento nutricional. Las más consumidas son el café y el té, aunque también pueden ser desde las proteínas hasta los ácidos grasos omega 3. Los cafés se pueden complementar con mantequilla y aceite de coco, que proveen ácidos grasos que sí son energéticos, con lo que se puede conseguir energía sin necesidad de altas dosis de azúcar.
Paula Benedet
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